Fundada oficialmente el 23 de febrero de 1923, en Frankfurt,
Alemania, como Instituto de Investigación Social por un grupo de intelectuales ideológicamente marxistas, pero no militantes de ningún partido. Fue
una institución cultural independiente aunque asociada a la Universidad de
Frankfurt, cuyo objeto inmediato era, por un lado, reflexionar en torno al
fenómeno del progreso humano en un momento en que la “ideología del progreso”
decepcionaba a la intelectualidad europea sobre todo tras la crisis de valores
en todos los ámbitos a raíz de la aplicación irracional de la ciencia y de la
técnica en la 1ª Guerra Mundial dando como resultado 40 millones de muertos, y
por otro lado, a que la sociedad industrial misma ha dado lugar a que el hombre
se convierta en un ser oprimido y manipulado por los sistemas burocráticos.
Con la llegada al poder de los nazis en la década de los años
treinta, sus principales figuras emigraron de Frankfurt a Nueva York en un
instituto asociado a la Universidad de Columbia, para restablecerse finalmente
en Europa, en los años 50. Fue innovadora al inaugurar una dirección nueva para
la investigación. Rechazando la posibilidad de un positivismo marxista, los
miembros de esta escuela
han tratado de desarrollar una "teoría crítica" de la sociedad.
La
Teoría Crítica se opone radicalmente a la idea de teoría pura que supone una
separación entre el sujeto que contempla y la verdad contemplada, e insiste en
un conocimiento que está mediado por la experiencia, por las praxis concretas
de una época, como por los intereses teóricos y extra-teóricos que se mueven al
interior de las mismas. Lo cual significa que las organizaciones conceptuales,
o sistematizaciones del conocimiento, en otras palabras, las ciencias, se han
constituido y se constituyen en relación al proceso cambiante de la vida social.
La
Teoría Crítica es representada por Max Horkheimer, Theodor Adorno, Jurgen
Habermas, Herbert Marcuse y Walter Benjamin
Jurgen
Habermas resultó el más filosófico de los frankfurtianos; ocupándose de
proponer una concepción vasta de una “Teoría de la acción comunicativa”.
Theodor Adorno, hizo más énfasis en los estudios sobre la
ideología y el arte, los mecanismos de reproducción de los intereses clasistas
que comporta la estética.
Por otra parte, Herbert Marcuse postuló una ética del
desacato antiautoritario. Marcuse sostuvo que “la división del trabajo y
el reparto de la abundancia y de la escasez suponía una racionalización que
permitiera la aplicación de una sobrerepresión o represión sobrante de un grupo
sobre otro.
Jurgen Habermas tenía una perspectiva
diferente de la Teoría Critica como:
“La realización moral de un orden
normativo es una función de la acción comunicativa orientada hacia significados
culturales compartidos y que supone la internalización de los valores.”
Habermas.
Para
Habermas queda claro que la idea de “teoría del conocimiento” es inseparable de
“la teoría social”.
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